A principios de 2012, el Consejo Directivo de AECOC (La Asociación de empresas de Gran Consumo) aprobó el desarrollo de un proyecto destinado a frenar el desperdicio alimentario, poniendo en valor el trabajo que están desarrollando las empresas asociadas y contribuyendo a paliar un problema social objetivo.
De esta forma, puso en marcha un plan global de colaboración entre empresas de los diferentes eslabones de la cadena de valor y la Administración pública para frenar o minimizar al máximo posible el desperdicio alimentario que se produce a lo largo de dicha cadena. En coherencia con sus principios fundacionales y operativos, AECOC lidera este proyecto en la búsqueda de la eficiencia a través de la colaboración a lo largo de toda la cadena del proceso alimentario (sector primario, industria, distribución, operadores intermedios, administraciones públicas…).
Los objetivos de este programa son:
• Reducir los desperdicios a lo largo de toda la cadena alimentaria.
• Optimizar al máximo el aprovechamiento del “excedente” que, de manera inevitable, se va a seguir produciendo en los distintos eslabones de la cadena.
El proyecto se concreta en la firma de un gran acuerdo de colaboración entre más de 100 empresas agroalimentarias, que con su apoyo impulsan un decálogo de buenas prácticas que se resumen en:
–Reforzar la colaboración y la mejora del intercambio de información entre productores, fabricantes, distribución y administraciones públicas para evitar que, una mala planificación, genere un stock de productos que no vayan a ser consumidos y deban ser destruidos/eliminados
–Optimizar, dentro de las propias compañías, mecanismos y prácticas de eficiencia que favorezcan un transporte, manipulación y comercialización adecuada de los productos, que permita aprovechar la totalidad de su vida útil garantizando, en todo momento, su calidad y seguridad alimentaria
–Apostar por un clima de colaboración entre los diferentes agentes de la cadena de valor que facilite esa gestión eficiente y global necesaria para evitar desperdicios innecesarios en los diferentes eslabones de la cadena y, en caso de que se produzcan y siempre que estén en correcto estado, puedan canalizarse hacia otros usos evitando su destrucción
– Investigar e innovar en técnicas, tamaños y modelos de envasado y packaging más acordes con los nuevos modelos de hogar y hábitos de consumo de la sociedad actual.
– Trabajar en la mejora de la comunicación al consumidor sobre las condiciones y recomendaciones de consumo de los productos alimenticios.
–Establecer y/o reforzar mecanismos de medición del producto consumible destruido registrado a lo largo de toda la cadena de valor, así como llevar a cabo informes periódicos de los avances conseguidos para frenar esta problemática, colaborando con el MAGRAMA en aquellos casos en que puedan producirse sinergias.
–Impulsar prácticas que permitan a las empresas maximizar el aprovechamiento del “excedente” que se genera a lo largo de la cadena (elaboración de otro tipo de productos –alimentación animal, cosméticos…), redistribución, etc.
–Establecer los mecanismos oportunos para que la mayor parte de ese excedente pueda redistribuirse, así como para que la redistribución de alimentos se lleve a cabo cumpliendo estrictamente, y a lo largo de todo el proceso, las normativas de higiene y seguridad alimentaria.
–Compartir información con las comisiones de seguimiento del proyecto (formadas por expertos de toda la cadena de valor y las Administraciones Públicas) para testar los avances experimentados en el proyecto.
–Trabajar y colaborar de manera honesta, transparente y eficaz, en definitiva, para fomentar una producción, comercialización y consumo responsable que ayude a posicionar al sector de la alimentación como un colectivo “sensible” a las necesidades e inquietudes de la realidad social y económica del país.
Una respuesta para un gran problema
Según la FAO todos los años un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierden o desperdician. En su informe «Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo» este organismo cifra en 1.300 millones de toneladas los alimentos que no llegan al consumidor final. En dicho informe se estima que cada año, los consumidores en los países ricos desperdician la misma cantidad de alimentos (222 millones de toneladas) que la totalidad de la producción alimentaria neta de África subsahariana (230 millones de toneladas).
En los hogares españoles se tiran anualmente 2,9 millones de toneladas alimentos. Una realidad que contrasta con los 9 millones de personas que, según Cáritas España, viven en situación de pobreza.
A nivel europeo, nuestro país ocupa el primer lugar en actividad de bancos de alimentos. España cuenta con 54 bancos de alimentos que mueven 104 millones de kilos al año.
Los impactos del desperdicio alimentario pueden medirse en distintos campos, como son el económico, el social-humanitario y el medioambiental.
Con su incorporación a este manifiesto, Grupo Matarromera demuestra su compromiso con la sociedad, a la vez que refuerza su política de Responsabilidad Social Corporativa.